Colgaban a los guanches boca abajo y los esclavizaban


Pedro L. Yúfera,, abogado y novelista

Tengo 59 años. Soy de Barcelona. Soy abogado y escritor de novelas históricas. Estoy casado y tengo tres hijos (31, 28 y 23). ¿ Política? Soy socialdemócrata y creo más en personas que en ideologías. Soy agnóstico. Me apasiona estudiar pasajes de la historia

 El último mencey
Yúfera se levanta cada día a las cuatro de la madrugada para escribir, antes de incorporarse a su despacho de abogado, hacia las nueve de la mañana. Su pasión por la historia y su empeño narrativo le ha llevado a publicar las novelas El milagro de las abejas y, ahora, El último rey de Tenerife (Stella Maris), en la que urde una trama de intrigas y peripecias con dos personajes ficticios (uno de ellos abogado: ¡el oficio tira!) para reconstruir los días de 1496 en que fue sometida la isla de Tenerife, la última de las islas Canarias conquistadas por los españoles, bajo los Reyes Católicos. Sin tomar partido, emerge una crónica amena, un retrato emotivo del drama de aquellos últimos guanches.


 Qué sabemos de los guanches?
Muy poquito. Eran los aborígenes de las Canarias al conquistarlas los españoles durante el siglo XV. Y, curiosamente, no sabían navegar.

¿No?
Eran agricultores y ganaderos. Vivían en chozas y cuevas. Y cada clan tenía su rey.

¿Qué hicimos con ellos?

Exterminarlos en sucesivas batallas, y también con la enfermedad de la modorra.

¿Qué enfermedad es esa?
Misteriosa, sus síntomas eran vómitos, pústulas y un raro sopor que los conducía a la muerte. Muchos también se suicidaban, despeñándose por barrancos, porque sabían lo que les tocaba si los apresaban...

¿Qué?
Varios miles de guanches fueron vendidos como esclavos en la Península, sobre todo en mercados de Sevilla y Valencia.

No sabía eso.
En la iglesia de San Miguel de Almazán, en la provincia de Soria, una placa recuerda que allí fueron bautizados los últimos menceyes.

¿Menceyes?
Así se llamaban los reyezuelos guanches de Tenerife. Apresados, rindieron pleitesía a los reyes Fernando e Isabel. El mencey de Icod fue regalado por los Reyes Católicos al embajador de la república de Venecia...

¿De dónde proviene la voz guanche?
Es una palabra aborigen: g uan significa hombre, y achinech era la isla de Tenerife, así que guanche es “hombre de Tenerife”.

¿De dónde llegaron?
No se sabe. Probablemente de poblaciones norteafricanas: parientes así de los bereberes, quizá empujados por la desertización del Sáhara y por fenicios y romanos, desde el siglo VI a.C. Y otra cosa son las leyendas.

¿Qué nos dicen?
Que las Canarias serían la porción de tierra que quedó emergida tras el hundimiento de la mítica Atlántida.

¿Por qué le interesan a usted tanto?
Precisamente por su desconocimiento, y porque fueron víctimas de los colonizadores españoles poco antes de la conquista de América, de la que sí hay muchas crónicas.

¿Y no tenemos crónicas de la conquista de Canarias?
Pues no. Y si hubo alguna, ¡desapareció! Y con eso juego en mi novela.

¿Cómo fue aquella conquista insular?
Sangrienta y larga, desde 1402 (Lanzarote) hasta 1496 (Tenerife): allí coexistían varios menceyatos. Y hasta 1594 no habrá un libro sobre las islas, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, de fray Alonso de Espinosa.

¿Qué nos cuenta?
Costumbres de los guanches y de su cristianización, con la aparición de la imagen de la Virgen en 1392, hallada por dos guanches.

Cuénteme alguna de esas costumbres.
Cuando fallecía un mencey se reunía el tagoror, consejo formado por nobles y ancianos, para designar a un hermano como sucesor. Le acercaban a los labios un hueso humano.

¿Un hueso?
Del esqueleto de un ancestro fundador del linaje, para formular este juramento: “Ágoñe yacoron yñatzakaña chacoñamet”.

¿Qué significa?
“Juro por el hueso de aquel día en que te hiciste grande”.

¿Qué le une a usted a Canarias?
Mi suegra, que hace años me regaló los dos tomos de Noticias de la historia general de las Islas de Canaria, historias y leyendas guanches, escritas por José de Viera y Clavijo en 1763, ¡y me fascinó! Decidí novelar la historia de la lucha del último mencey, Bencomo.

Rey aborigen tinerfeño.
Su cabeza cortada fue clavada en un pica para que todos la vieran pudrirse. Papel destacado en la conquista de Tenerife tuvo la dama castellana Beatriz de Bobadilla, amante del rey Fernando el Católico y de Colón.

No está mal.
Desterrada a la isla de la Gomera, la dama recibía la visita galante de Colón desde el primero de sus viajes a América. Sería conocida como la dama sangrienta.

¿Por qué ese apelativo?
Colgaba a guanches boca abajo, y también vendió a muchos. Y se casó con el conquistador de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, que hacía igual.

¿Vender guanches?
Obligados a bautizarse bajo la amenaza de ser convertidos en esclavos, en una ocasión convocó a muchos en una iglesia y allí los apresó antes de que pudiesen bautizarse, y así los vendió como esclavos.

Canalla genocida.
Pues durante años lo tuvimos en efigie en un sello de correos de 30 céntimos.

¿Qué huellas quedan en Canarias de aquella conquista?
Hay una villa en Tenerife, La Matanza de Acentejo... Los guanches eran buenos con la honda, y en un barranco descalabraron a las tropas castellanas. Pudiendo aniquilarlos, no se aplicaron a fondo.

Magnánimos.
A Alonso de Lugo le hirieron en la mandíbula. En una segunda batalla, allí mismo, fueron los castellanos de Alonso de Lugo los que masacraron a los guanches. Y hasta hoy.


FUENTE: La Venguardia

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